Y yo jugué, aunque fundamentalista de lánguidos movimientos también derroté. La negación de la naturaleza ha llevado a través de la historia al macho alfa al toqueteo permitido, incluso con reglas establecidas en un “sano” espectáculo del: si, si, siiiii… ¡dale!, ¡ooole! Entre la contorción de cuerpos sudados, depilados y violenta testosterona logrando la excusa de reafirmación con lengüeteo de músculos fuertes. Los jueguitos de niño, esos violentos que sirven de coartada para fingir la necesidad de otro cuerpo, la media naranja que llena ese vacío a la que se ven obligados a negar por que deben tener esa imagen impertérrita que la sociedad tanto se jacta, juegos que sirven para que el más robusto “sodomice” con ropa el debilucho colibrí que lo permite y no es porque le guste, mas se debe a su endeble cuerpo varonil y por eso creo, y no solo yo que: las peleítas, esa clase de peleítas son el argumento para el sobajeo arácnido que más de alguna pajita estimuló.
sábado, 21 de febrero de 2009
jueguitos?
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