Y cual toro furioso con embastes carnales me haces aullar lejanamente en sollozos de goce. La chispa enciende en mis poros electrizados el derrite del sudor ha, ha, ha… tan cercano, tan en mi, que papito tú vergüenza en júbilo del dilatar y contraer –me sientes- tus ojos cerrados no encuentran los míos menguantes que dibujan en mi mente el buen ritmo de nuestras danzas; en banquete de posiciones revelamos roles relegados rodantes de la antaña memoria Helénica, cual traspaso de sabiduría del docente –yo- al discente –ninguno- ¡ahí! … la luz incandescentemente alba me abraza en Do mayor. Pilucho/guachito/juntos nos vemos.
sábado, 28 de febrero de 2009
y quién no lo hizo tan bien?
martes, 24 de febrero de 2009
PA` "EL" (O LA HUEA) jefe
Y cuando su tufo/muerte/mierda escupe en mis inspiraciones nauseabundas, con miradas filosas le develo mi energética repelencia pero el, artista, arrogante, incompetente levanta su capa que golpea mi carita de loza –hoy me trisé en un par de perlas- erecto la cara, mirada altiva ¿qué es esto? Le entierro mis ojos, veo su alma mi renuncia descanso, respiro, sonrío; hasta mañana.
sábado, 21 de febrero de 2009
jueguitos?
Y yo jugué, aunque fundamentalista de lánguidos movimientos también derroté. La negación de la naturaleza ha llevado a través de la historia al macho alfa al toqueteo permitido, incluso con reglas establecidas en un “sano” espectáculo del: si, si, siiiii… ¡dale!, ¡ooole! Entre la contorción de cuerpos sudados, depilados y violenta testosterona logrando la excusa de reafirmación con lengüeteo de músculos fuertes. Los jueguitos de niño, esos violentos que sirven de coartada para fingir la necesidad de otro cuerpo, la media naranja que llena ese vacío a la que se ven obligados a negar por que deben tener esa imagen impertérrita que la sociedad tanto se jacta, juegos que sirven para que el más robusto “sodomice” con ropa el debilucho colibrí que lo permite y no es porque le guste, mas se debe a su endeble cuerpo varonil y por eso creo, y no solo yo que: las peleítas, esa clase de peleítas son el argumento para el sobajeo arácnido que más de alguna pajita estimuló.
Berengena
En el desespero fatal te vi arrogante, sonrisas coquetas intercambiamos y el dejo de feromonas puteras ancló en segundos inertes. Tú: nariz imperfecta, el valle entre tus dientes delanteros, ese desagradable tono de voz, esa pedante posición social la herencia, tú viaje a lo más in del jet set criollo, tú asistencialismo con los pobres que te permitía dormir en paz y yo desconcertado asumiendo bello tu trabajado, obligado estilo new hippie con collarcito de piedras incluido –me sentí necesitadamente imbécil- pero cachorro que busca acompañar cedí mi tiempo a tus ojos marrones, tu estatura y esos vellos locos que se asomaban por el cuello open de tu polera gay. El ritmo se me hizo sorprendentemente agradable jugué a la ternura y te hechicé con mis besos lascivos/juguetones/violentos pero me hablabas, paciente me calle y me dejé llevar por mi cuerpo en llamas, eréctil demande sus manos –silencio- arrancaste por la zapatilla de cristal cuando en espejo se te repitió mi cara, yo discriminé por ti esperando condescendencia logrando a las 2 horas indiferencia ¿fui muy caliente? Y esperando mi decisión al enfrentamiento apareció lujurioso el duende, me lamió con sus ojos incansable apostador me ofreció lecho, es muy lejos se fue. Volví, en desgana me respondiste, destruido me fui –esta mierda que se cree, debería darse con una piedra en los dientes- “eres un desconsiderado, elegí quedarme contigo y te convertiste en un inmaduro…” temí/sudé/tirité esperando las horas, pasan los momentos –observo- prendo fuego a un incienso, realmente aquel hombre ni siquiera era para mí.

